En un mundo en el cual los océanos están contaminados a niveles históricos, donde el cambio climático se hace cada vez más notorio (aunque algunas autoridades se nieguen a creerlo, como ocurre con Donald Trump), en una dimensión donde la conciencia por el reciclaje es escaso, urge sentar las bases para las futuras generaciones de que el cuidado del ecosistema es primordial.
El cambio a nivel favorable, bajo una óptica global, podría ser inminente y la ayuda para el planeta, será notoria y fructífera. Cuánto lo necesitamos. Y es que el resguardo del ecosistema es un asunto que debe ser abordado íntegramente por las naciones y en edad temprana. ¿Qué mejor que la espontaneidad infantil para potenciar cambios educacionales en este tema?
Hace algunas semanas, en la comuna de La Florida, esa espontaneidad que trasciende fronteras, dejó una potente señal de que el cuidado ecológico, no admite “alargues” para implementar acciones. Y es que en un derroche de talento, pequeños de no más de cinco años de edad del jardín infantil municipal, “Barco de Colores”, elaboraron dinosaurios con material reciclado.
Esta instancia, en la práctica, no solo aportó de manera didáctica en el aprendizaje, sino que además inculcó el valor que tiene el pensar en función del resguardo del ecosistema. Así, durante varios días, la muestra de los “animales prehistóricos” estuvo disponible para que la comunidad escolar de este recinto educacional, pudiese disfrutar en familia la innovadora creación elaborada por los pequeños.
La “huella ecológica global”, como indicador del impacto ambiental, nos invita a reflexionar como sociedad en torno a dejar una marca registrada en esta materia. Y es que aprovechar y dar una buena utilización a los materiales que usamos a diario sin contaminar, forma parte de un imperativo del sentido común que no se puede obviar.
El planeta y los habitantes de grandes ciudades y pueblos, “claman” a los cuatro vientos un cambio de mentalidad para que se puedan implementar iniciativas globales que ayuden a reducir los efectos de los Gases de Efecto Invernadero (GEI). Pero todo parece indicar que los países se quedan en una simple declaración de intenciones, ya que ante nuestros ojos y dado el auge de la comunicación y las redes sociales, en minutos vemos videos que se viralizan y que dan cuenta de la crueldad humana la que, inconscientemente, daña la flora y fauna de la Tierra.
Si no podemos nosotros, los adultos, establecer un mecanismo que ayude a generar conciencia que apunte a fortalecer un “mundo más verde”, dejémosle esta difícil tarea a los niños quienes, con su ingenuidad efectiva, de seguro plasmarán las mejores ideas para darle soluciones al quehacer diario mundial en un sinfín de ámbitos. Hagamos la prueba y todos ganaremos, transversalmente.
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